lunes, 27 de enero de 2014

Caminante

Mis pasos metálicos desentonan en este mundo.

 Un caballero sin modales,
 sin dama,
 ni castillo...

mis botas embarradas hacen retumbar el escenario.



 Mercenario de mi corazón,

 mi andar no tiene más razón que la de llegar algún día a los brazos de la dulzura perdida
 que mi alma atesora en fugaces compases ya olvidados. 


Miró con desdén a mis costados y mi mirada descubre ojos que suplican socorro
 mas su arrogante orgullo no deja que su boca los delate. 


No los culpo,
 todos nos desviamos del camino
 y aunque sufrimos por eso,
 desde el margen vemos mejor.


Los exploradores más temerarios,
portadores del mismo estandarte que me fue confiado por el destino,
 caminan por los senderos que sus huellas fabrican.


 La niebla se engrosa con lentitud,
 se entumece mi piel,
 confunde mis sentidos.


 Miró para atrás...

 las figuras ahora son abstractas,

 no las recuerdo,

 o por lo menos no así...

¿Será por eso que tiendo a olvidar fácilmente?




 En la oscuridad más desalentadora te conozco.
 Tu risa extraña tiñe con colores tenues las paredes rugosas.

 Tus pasos,
 tu silueta
 brillan por cuenta propia,
 intimidan al frío,
 hacen ceder a la penumbra.

 Hija del sol,
 ahora veo con claridad
 por el ardor de tu aura invisible.


Tus ojos grandes y negros
 son las partes faltantes del cielo estrellado
 más fantástico que jamás veré.

 Y sin darme cuenta ya no tengo más sueños que los tuyos. 
De caballero a bandido pasaría en un segundo
 por el fulgor del regalo de tu sonrisa
en mi corazón malherido.



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